jueves, 22 de abril de 2010

Nos ganó la parca



Y deambulaba por las calles mirando los viejos edificios, la plaza vacía, las veredas ausentes. Tal vez estaba llena de gente; tal vez la arquitectura era nueva pero, la oscuridad de mi corazón y la desazón no me permita ver más allá que vació e incertidumbre.
Me senté en un banco de la vieja Plaza Colón, me prendí un pucho, arrollé mis piernas dobladas entre los brazos y sin pensar, meneándome hacia atrás y adelante rompí en llanto.
¿Dónde te fuiste sin mí? ¿Por qué me dejaste aquí y no me diste la oportunidad de decirte que lo lamento, que a pesar de todo aquello te ame?
Todavía siento el olor a tabaco fresco en la pipa que solías fumar, los interminables cafés negros – “siempre cargados, que pase el sueño”- solías decir.
Corría en bombachas rosas por el interminable pasillo lleno de brujas, duendes y cocos hasta llegar al comedor abrir la puerta, y verte sentado ahí. Siempre quieto, tranquilo, inmóvil, gigante, hermoso como eras.
Tu sonrisa era plena, destellaba calidez y protección, con ojos cómplices me mirabas para darme el aprobado sin que mamá se enoje por mi presencia, y como loca saltaba a tus rodillas para que me abraces y acurruques en tus brazos.
Mi viejo querido, el tiempo nos ganó, nos hizo más añejos y nos mostró los errores… mis errores que no pude remediar.
Años de soberbia, bronca y aprensión por cosas que ambos sabemos, nos alejaron más y más, al punto de no hablarnos, no vernos, malditos resentimientos sinsentido que hoy veo y no puedo cambiar… el tiempo nos ganó.
Esa mañana me quemé las manos con el aceite de las milanesas y tu imagen vino a mi, mente, te escuche decirme como lo solías hacer de adolescente “hay mi Ursulita, dedícate a seguir estudiando, porque para ama de casa…” y esa sonrisa cómplice, amiga, tierna, orgullosa.
Mientras me en cremaba las manos con aloe vera sonó el celular. Era la vieja, la vieja desesperada, triste, desahuciada, llorosa. Y simplemente dijo: “mi amor, sé que estarás ocupada con tus labores pero, tu padre bebé, tu padre ha muerto hace una hora”
Estabas tan noble, tan dulce, tan hombre omnipresente que el aura de tu alma inundaba de luz la sala. Puse en tu mano izquierda cerca del corazón, aquella moneda de 10 centavos que me diste esa mañana que me iba de casa, diciendo que era el amuleto de la suerte. Sólo vos y yo sabemos viejo lo que valías esos 10 centavos.
No te lloré una sola lágrima viejo, no susurré “porqué”, no creí que todo fuera verdad. Esperaba que un piano caiga del techo o que entre una banana voladora y darme cuenta entonces, que todo era un sueño.
Pasaron 5 meses y 2 días, hoy te estoy llorando en esta plaza viejo, preguntándome porqué no te dije “perdón”. Los años y la muerte me hicieron entender el porque de lo que hiciste, de lo que hicimos.
Se me fue tu vida en la nariz y no llegué a decirte gracias, te quiero o déjame sentar en tu regazo y acurrúcame por favor, te necesito mi viejo.
Y tu grandeza y paciencia infinita me dio la última lección mi viejo: decir perdón, te amo, te necesito, me haces feliz, debe ser hecho en el momento que lo siento y no dejarlo pasar, sino mi viejo, viene la parca para ti o para mí y ahí, no hay marcha atrás.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta muy interesante lo que escribis...
Muchos existos compañera...

Gon O.

Anónimo dijo...

Muy bueno!
Un texto tremendo, lleno de riquezas linguísticas y cuidadas palabras que lo hacen realmente hermoso.
Mis más sinceras felicitaciones. Seguí así.

Anónimo dijo...

La rueda:
Que hermoso comentario el que recibi! me encantaria saber de quien son tan lindas palabras

Anónimo dijo...

Frecuentemente tengo ese sueño...Nunca mejor expresado. Verdaderamente muy bueno, exitos!

Anónimo dijo...

"Los besos que perdi por no saber decir te necesito"
Borron y cuenta nueva. Mas vale tarde...
Espero con ansias nuevos escritos.Son excelentes. Saludos.