Según el diccionario etimológico del Oxford English dictionary, la palabra adicto, significaba devoto, o entregado a algo.
La adicción psicológica producida por la marihuana es esto, la entrega del uso y el abuso de una persona por una sustancia gratificante a nivel mental.
El controversial y añejo debate acerca de la adicción al cannabis, se encuentra en el ojo de la tormenta, ya que, después de infinito dimes y diretes, no se puede comprobar empíricamente, -o como le gustaría llamarlo a la abuela- a ciencia cierta, si esto es así o no. Entre opositores y partidarios, el tema de la marihuana se mistificó.
A tal punto que, por falta de políticas educativas, la gente sólo puede obtener información a través del boca a boca, y algo que leyó alguna vez en alguna parte.
Es importante saber que muchas de las cosas que se piensan acerca del consumo de la marihuana están demonizadas no sólo por políticas ideológicas de Estado, sino también por la religión y la opinión publica en sí.
Córdoba es una ciudad diversa, en la cual, el uso de la marihuana es un común denominador. Proponemos que en vez de mirar hacia un costado, miremos objetivamente el uso y el consumo de esta droga aún ilegal, para demistifircarla y comprender cuales son sus reales efectos.
La mirada crítica, nos debe servir siempre como un tamiz que nos haga distinguir los diferentes discursos, y así lograr un pensamiento producto de la interpretación y no de la propaganda o la mistificación.
Dicho esto, el debate abre sus puertas y se asoma la primer cuestión en velo: ¿El consumo de marihuana causa la adicción? Como bien lo dijimos, se comprobó científicamente que la adicción a la marihuana es psicológica, no física.
Una adicción psíquica se basa en el deseo de continuar tomando un estimulante para producir placer, reducir una tensión o evitar un malestar.
En este sentido, el famoso Manual de Merck, utilizado por la comunidad estudiantil de medicina, como libro de cabecera, define que “al igual que el alcohol, la marihuana puede ser usada de modo intermitente por muchas personas sin que les cause una disfunción aparente social o psicológica, ni tampoco adicción”.
Por lo tanto, depende enteramente de la estructura mental y capacidad de deserción y elección de la persona, por el uso y no abuso de la misma. Tanto el café como el juego o el chocolate, son también drogas “psicológicas”.
Es absurdo pensar que, por jugar a las cartas de vez en cuando con amigos, esto puede convertirse en ludopatía.
De la misma manera, es absurdo pensar que el consumo de marihuana lleva necesariamente al consumo de drogas duras como la cocaína o heroína. Todas y cada una de las adicciones psicológicas, tienen que ver con la salud mental y el equilibrio socio emocional que carga el individuo.
Una persona excluida socialmente, solitaria, abandonada, es más propensa que las otras al abuso de sustancias estimulantes, para escapar de su realidad, sea cual fuere esta droga.
Por otro lado, es común escuchar que “este narcótico causa daños irreversibles al cerebro”, este postulado se debe a un estudio realizado en los años 70 por el Dr. Robert Heath, el cuál fue ampliamente criticado y desmoralizado por el Instituto de Medicina y la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Ya que, demuestra que para la experiencia del estudio, fueron utilizados como prueba solo cuatro monos, empleo de dosis exageradamente altas (imposibles para consumo), falsa identificación de la estructura normal del cerebro del simio como dañado y en general su imparcialidad y falta de objetividad en el tratamiento.
¿Y con respecto al cáncer? Debemos aclarar que al ser inhalado por consumo en cigarrillo sí, es cancerígeno.
Esto lleva a la inevitable comparación tabaco-cannabis. Ambos tienen el mismo modo de consumo, pero sus efectos nocivos son totalmente diferentes.
Una persona adicta al tabaco, fuma en el mejor de los casos, unos 20 cigarrillos diarios (una etiqueta). Una persona que consume cáñamo, fuma en los casos más excesivos 8 porros diarios.
Pero se debe tener en cuenta, que la marihuana puede ser consumida de diferentes formas y no solo por inhalación en cigarrillo, se puede consumir con un vaporizador, el cual permite el consumo directo de THC (que es el elemento que causa los efectos psicoactivos del cannabis) ya que tiene una temperatura menor de vaporización que el resto de la planta, lo que significa que puede ser inhalado si tener que hacer combustión con el resto de los componentes del cáñamo, evitando inhalar los elementos tóxicos o cancerígenos. También puede ser consumida tanto en infusiones como en comidas, eliminando así sus elementos cancerígenos de manera total ya que no hace falta la combustión.
En sí más allá de su debate, prohibición, mitos, verdades y mentiras, el uso y consumo de la marihuana se ha instalado en nuestra sociedad. Es una nueva cultura descendiente de la globalización que vino para quedarse e instaurarse en nuestra realidad cotidiana.
Por lo tanto, es preciso “no hacer la vista gorda” y creer en la problemática con seriedad, entendiendo que lo único que puede ayudar a inscribirnos en los nuevos movimientos culturales es la educación, las políticas de estado de prevención e información certera, esquivando la creación de discursos propagandísticos que favorecen intereses que poco tienen que ver con la verdadera intención de proteger a sus habitantes. Y sí, creando discursos críticos, derivados de la interpretación del pensamiento en el espacio y medio social actual.
La adicción psicológica producida por la marihuana es esto, la entrega del uso y el abuso de una persona por una sustancia gratificante a nivel mental.
El controversial y añejo debate acerca de la adicción al cannabis, se encuentra en el ojo de la tormenta, ya que, después de infinito dimes y diretes, no se puede comprobar empíricamente, -o como le gustaría llamarlo a la abuela- a ciencia cierta, si esto es así o no. Entre opositores y partidarios, el tema de la marihuana se mistificó.
A tal punto que, por falta de políticas educativas, la gente sólo puede obtener información a través del boca a boca, y algo que leyó alguna vez en alguna parte.
Es importante saber que muchas de las cosas que se piensan acerca del consumo de la marihuana están demonizadas no sólo por políticas ideológicas de Estado, sino también por la religión y la opinión publica en sí.
Córdoba es una ciudad diversa, en la cual, el uso de la marihuana es un común denominador. Proponemos que en vez de mirar hacia un costado, miremos objetivamente el uso y el consumo de esta droga aún ilegal, para demistifircarla y comprender cuales son sus reales efectos.
La mirada crítica, nos debe servir siempre como un tamiz que nos haga distinguir los diferentes discursos, y así lograr un pensamiento producto de la interpretación y no de la propaganda o la mistificación.
Dicho esto, el debate abre sus puertas y se asoma la primer cuestión en velo: ¿El consumo de marihuana causa la adicción? Como bien lo dijimos, se comprobó científicamente que la adicción a la marihuana es psicológica, no física.
Una adicción psíquica se basa en el deseo de continuar tomando un estimulante para producir placer, reducir una tensión o evitar un malestar.
En este sentido, el famoso Manual de Merck, utilizado por la comunidad estudiantil de medicina, como libro de cabecera, define que “al igual que el alcohol, la marihuana puede ser usada de modo intermitente por muchas personas sin que les cause una disfunción aparente social o psicológica, ni tampoco adicción”.
Por lo tanto, depende enteramente de la estructura mental y capacidad de deserción y elección de la persona, por el uso y no abuso de la misma. Tanto el café como el juego o el chocolate, son también drogas “psicológicas”.
Es absurdo pensar que, por jugar a las cartas de vez en cuando con amigos, esto puede convertirse en ludopatía.
De la misma manera, es absurdo pensar que el consumo de marihuana lleva necesariamente al consumo de drogas duras como la cocaína o heroína. Todas y cada una de las adicciones psicológicas, tienen que ver con la salud mental y el equilibrio socio emocional que carga el individuo.
Una persona excluida socialmente, solitaria, abandonada, es más propensa que las otras al abuso de sustancias estimulantes, para escapar de su realidad, sea cual fuere esta droga.
Por otro lado, es común escuchar que “este narcótico causa daños irreversibles al cerebro”, este postulado se debe a un estudio realizado en los años 70 por el Dr. Robert Heath, el cuál fue ampliamente criticado y desmoralizado por el Instituto de Medicina y la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Ya que, demuestra que para la experiencia del estudio, fueron utilizados como prueba solo cuatro monos, empleo de dosis exageradamente altas (imposibles para consumo), falsa identificación de la estructura normal del cerebro del simio como dañado y en general su imparcialidad y falta de objetividad en el tratamiento.
¿Y con respecto al cáncer? Debemos aclarar que al ser inhalado por consumo en cigarrillo sí, es cancerígeno.
Esto lleva a la inevitable comparación tabaco-cannabis. Ambos tienen el mismo modo de consumo, pero sus efectos nocivos son totalmente diferentes.
Una persona adicta al tabaco, fuma en el mejor de los casos, unos 20 cigarrillos diarios (una etiqueta). Una persona que consume cáñamo, fuma en los casos más excesivos 8 porros diarios.
Pero se debe tener en cuenta, que la marihuana puede ser consumida de diferentes formas y no solo por inhalación en cigarrillo, se puede consumir con un vaporizador, el cual permite el consumo directo de THC (que es el elemento que causa los efectos psicoactivos del cannabis) ya que tiene una temperatura menor de vaporización que el resto de la planta, lo que significa que puede ser inhalado si tener que hacer combustión con el resto de los componentes del cáñamo, evitando inhalar los elementos tóxicos o cancerígenos. También puede ser consumida tanto en infusiones como en comidas, eliminando así sus elementos cancerígenos de manera total ya que no hace falta la combustión.
En sí más allá de su debate, prohibición, mitos, verdades y mentiras, el uso y consumo de la marihuana se ha instalado en nuestra sociedad. Es una nueva cultura descendiente de la globalización que vino para quedarse e instaurarse en nuestra realidad cotidiana.
Por lo tanto, es preciso “no hacer la vista gorda” y creer en la problemática con seriedad, entendiendo que lo único que puede ayudar a inscribirnos en los nuevos movimientos culturales es la educación, las políticas de estado de prevención e información certera, esquivando la creación de discursos propagandísticos que favorecen intereses que poco tienen que ver con la verdadera intención de proteger a sus habitantes. Y sí, creando discursos críticos, derivados de la interpretación del pensamiento en el espacio y medio social actual.
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